DEL 23 DE ENERO
DE 1958 AL 13 DE ABRIL DEL 2002
PARTIDO REVOLUCIONARIO DE LOS TRABAJADORES
Otto Van der
Velde Q.
Ningún verdadero socialista pone en duda cuál es la
tarea del día para el proletariado venezolano: tomar las riendas del proceso
revolucionario venezolano; derrotar la provocación cívico militar del frente
imperialista internacional encabezado por Estados Unidos, la OTAN la Unión
Europea y la servidumbre interna encargada de los trabajos sucios del plan
capitalista; En el plano revolucionario, eso equivale a: cerrar el paso de
reformistas, burócratas y oportunistas en lo interno; llevar a las masas
explotadas y oprimidas por la burguesía al poder. Nada de esto es posible sin
saldar viejas y nuevas cuentas políticas con el capital monopolista de FEDECAMARAS-VENAMCHAM
y sus socios partidistas. Pero en ese nuevo curso de la lucha de clases se
interponen los planes intervencionistas y cesionistas del imperialismo
norteamericano y sus seguidores blocales, el llamado Grupo de Lima, esencia del
terrorismo de Estado de la derecha latinoamericana, tal como lo adelantan el
Cornejo peruano, los Duque-Uríbes colombianos y sin duda que nuestros
Bolsonaros de turno como el ahora Juan Guaido, escalador político al que los
dueños de El Universal, de El Nacional y otros maquilladores de radio y TV, no
encuentran la manera de convertirlo en héroe de la transición, una
tarea que dada la mediocridad del personaje es harto difícil para cualquier
burgués.
Esta
situación es justo lo que el gran líder comunista chino Mao Tse Tung,
denominaba el aspecto principal de la contradicción capital-trabajo, el filo
inmediato de la lucha histórica burguesía-proletariado, que en nuestra larga marcha venezolana
tiene también su historia.
Tal
asunto explica, en parte, el título de nuestro artículo, es decir, de la
relación y el desenlace de dos momentos estratégicos claves en la lucha de
clases venezolana, igualmente traza la meta de nuestro proletariado en la
política del siglo 20 y 21. En otras palabras significa la victoria popular y
el desenlace del 23 de enero del 58 con la victoria popular y el desenlace del
derrotado push derechista del 11 de abril de 2002, dos
experiencias determinantes para el proletariado en su lucha por el poder
político.
En 1958, la
fuerza militar del General Marcos Pérez Jimenes, sostenidas por la burguesía
norteamericana y FEDECÁMARAS, vino al suelo, derribada por la insurrección
popular que, estallando en los primeros días de enero, culmina en su primera
fase el día 23 del mismo mes. Una formidable acción de masas bajo la dirección
política de la Junta Patriótica, es decir, del frente amplio anti- dictadura,
impulsado por los comunistas, las corrientes revolucionarias de “AD de
izquierda” (que al siguiente año 59 forman el Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
MIR); las fracciones progresistas del partido centrista de URD (Unión
Republicana Democrática) encabezadas por Fabricio Ojeda, el Comité Militar e
independientes sin partido. Una composición de lucha a todas luces de izquierda
y progresiva. La unidad revolucionaria del frente amplio garantizó el éxito de
la insurrección de masas y la derrota de la aparentemente sólida burguesía
<perezjimenista> apoyada por Estados Unidos.
La
ideología de cambio impulsada por las vanguardias de la Junta, más las consignas
radicalizadas del 58, aumentaron la temperatura de las masas. El
antiimperialismo expande sus filas, caldeadas además por la imprudente visita
del vicepresidente de EEUU Richard Nixon, quien salva su vida milagrosamente
cercado por las masas insurrectas en los alrededores del Panteón Nacional. El
Pentágono moviliza la VII Flota hacia a la Guaira. En medio del intenso
escenario político, la dirección revolucionaria que no ha medido el alcance de
su propia obra, en lugar de profundizar combativa lucha de clases, encoge su
línea política en el democratismo, en consecuencia congela el cambio de
consignas en el <defensismo> democrático burgués, cuando lo
planteado era justamente pasar de la lucha anti dictadura a la toma del
gobierno provisional por la coalición nacional revolucionaria representada en
una Junta Patriótica que día a día radicalizaba sus consignas. Este paso era
perfectamente posible dada la descomposición general de los mandos burgueses
pro- dictadura y el prestigio de las fuerzas marxistas en el novedoso frente.
En
lugar de consignas hacia la toma del poder, crecen y se expanden las consignas
etapistas de <consolidar la democracia> burguesa y lograr la paz laboral,
dos objetivos trabajados secretamente por Betancourt, Caldera, Jóvito Villalba
y Jhon Foster Dulle durante el pacto de Nueva York (1957). La línea etapista
debilita la dinámica de masas, las divide y desordena, requiebro fatal que es
aprovechado a fondo por la coalición punto fijista para maniobrar en lo
electoral e inmediatamente reprimir con ferocidad al movimiento revolucionario
y a las masas insurrectas.
El
gobierno de AD apoyado por COPEI, da un golpe de Estado al Parlamento y detiene
inconstitucionalmente a los diputados del PCV y del MIR. Las fuerzas
revolucionarias pierden la iniciativa de la insurrección y con ello el momento
histórico preciso para la toma del poder. El movimiento revolucionario cívico
militar trata de recuperar la ofensiva, lanzan tres audaces levantamientos
cívico-militares que aunque sin éxito tambalean el gobierno de
Betancourt-Caldera, se trata del <guairazo> contra el Destacamento de la
Guaira, del levantamiento militar de Carúpano y la insurrección de Puerto
Cabello en la que se combate duramente por muchos días. Acto seguido nuestras
fuerzas van en firma a la lucha armada por más de diez años de duros combates
urbanos y rurales. Pero esa es otra historia.
11 de
abril de 2002, estalla otro golpe de estado imperialista, ahora contra el
gobierno nacionalista de Hugo Chávez. De nuevo los monopolios de
FEDECAMARAS-VENAMCHAM están al frente, ahora con Carmona Estanga y la plana del
cartel capitalista arrastrando los escombros del punto fijismo AD, COPEI, URD,
a los grupitos fascistoides de Primero justicia y a los alborotadores de
Súmate, también en el trencito burgués va la aristocracia obrera de
Ortegas-Cova; el gorilaje militar dentro del propio gobierno nacionalista y el
Episcopado. Pero en esta oportunidad la derecha va reforzada por una larga
lista de conversos y oportunistas del pasado, incluyendo jefes del propio
chavismo como Miquelena, Peña, arribistas del MVR, Causa R etc. Se materializa
en el siglo 21 la famosa metáfora del Manifiesto Comunista, la Santa
Alianza de la burguesía en torno al anticomunismo.
Las
masas, igual que en el 58, van a las calles en centenas de miles, derrotando en
forma aplastante al Estado Mayor del golpe capitalista, rescatan al presidente
Chávez, salvan su vida, y también como en el 23 de enero se politizan
velozmente con el antiimperialismo, exigiendo a los nacionalistas medidas
revolucionarias de fondo, cese de la impunidad y castigo ejemplar para la
burguesía golpista. Esta vez no están al frente a la insurrección los
comunistas sino los nacionalistas, sus mandos tampoco alcanzan a comprender la
profundidad de las acciones de masas, ni la dirección en que va la lucha de
clases, tampoco el sentido de la efervescencia antiimperialista de masas, o sea
la posibilidad cierta de saldar cuenta con el capital monopolista de
FEDECÁMARAS, enrejar a sus miembros metido hasta el cuello en el golpe
magnicida, socializar los grandes medios de producción tomados por los obreros,
campesinos y masas comunales.
Igual
que en el 23 de enero, reaparece la gruesa nariz del etapismo en pro de la
<democracia burguesa>, surge el perdón cristiano a los ensangrentados
conspiradores del 11 de abril. Cunde la confusión popular, se desorganizan
paulatinamente las movilizaciones no sin antes dar la estocada a la
conspiración de Guiusti en PDVSA. Una vez más se pierde el momento histórico
preciso para encajar el poder proletario, disolver los anacrónicos poderes del
gran capital, limpiar la revolución de reformistas, oportunistas o corruptos y
proceder a cambios profundos anticapitalistas. En su lugar los discursos
heroicos se tragan los hechos concretos y la derecha aprovecha de nuevo la
fatal vacilación del gobierno nacionalista para reorganizarse y volver
intermitentemente a la ofensiva hasta el día de hoy.
Pues
bien, se acerca una nueva coyuntura, quizás más peligrosa que las anteriores,
pero también promisoria para el Partido Revolucionario de los Trabajadores los
revolucionarios, el proletariado y las masas. El qué hacer del proceso
revolucionario apunta a cuatro líneas estratégicas:
1. Reorganizar la unidad
revolucionaria del frente popular antiimperialista, asunto clave para que el
proletariado y las masas puedan ascender al poder político.
2. planificar la
organización de un nuevo estado de clase obrero campesino y comunal. Las
condiciones maduran para ello.
3. Difundir el programa proletario cuyo
epicentro esta en la disolución y socialización de los monopolios privados de
FEDECAMARAS-VENAMCHAM como ordena al artículo constitucional 113 de la CRBV,
comenzando por la socialización del sistema financiero que conspira, expolia el
salario y los ahorros populares; congelación inmediata de los precios, el cese
de la impunidad y la donación de dólares subsidiados a FEDECAMARAS-VENAMCHAM, a
las transnacionales imperialistas y a los corruptos; movilización general del
pueblo contra la provocación milita extranjera; revisión de la deuda externa,
del arco minero y de la ley de inversiones extranjeras. Lanzamiento a gran
escala un plan nacional de industrialización y revolución agraria profunda. La
orden del día para el proletariado es desmoronar el reformismo, asumir la
dirección política de la revolución y construir el Estado obrero campesino
comunal.