La corrupción sigue galopante en el sistema capitalista venezolano, unas veces le toca a la burguesía otras a sus funcionarios dentro del capitalismo de Estado. Pero en verdad ¿Cuánto de extraño tiene esto en un sistema creado precisamente a partir de la corrupción, del despojo y la explotación? Realmente nada de extraño tienen los robos en un sistema basado en la explotación de la fuerza de trabajo humana, o es que acaso cuando el patrón monopolista de Fedecámaras-Venamacham en lugar de pagarle al obrero por sus 8 o 10 horas de agotador trabajo le paga sólo la mitad de su gran esfuerzo, mientras que la otra mitad del trabajo< excedente> o plusvalía- va para la cuenta bancaria del señor capitalista que no ha movido un solo dedo en la productividad ¿no es también eso corrupción?; ¿Cuándo el capitalismo de Estado venezolano le paga a sus trabajadores un infrasalario de 5 dólares mensuales, el más bajo del mundo, al mismo tiempo que sube los impuestos y los precios en más de 300% según el BCV ¿no hablamos igualmente de corrupción? ¿Cuándo el imperialismo norteamericano o el inglés le expropia a México la mitad de su territorio y a Venezuela el Esequibo ¿Cómo puede llamarse eso?
Realmente sobran los ejemplos, pero el problema surge cuando en lugar de la tasa media de ganancia capitalista “que le corresponde” a toda la burguesía – siendo esta su norma en el reparto de la ganancia- es violada o bien por un avispado burgués que se va de bruces y raspa la olla o por un banda organizada por ladronzuelos del Estado que desesperados por enriquecerse desequilibran la norma de acumulación capitalista y por tanto la posibilidad <equitativa> de la acumulación burguesa, justo allí, cuando se trata de ellos, surge la alarmad e la corrupción. En otras palabras, la clase patronal que diariamente expropia al trabajador y a todo el pueblo con los precios, el salario y los impuestos se escandaliza a máximo cuando es a ella que le toca ser expropiada por uno de los suyos en la carrera de la acumulación de capitales.
En Venezuela ese proceso es una tradición moral de “los de arriba”. En PDVSA, nuestra principal industria que sostiene más del 90% del presupuesto nacional, pero también al ta´baratismo rentista de sus clases y sectores, los desfalcos son normalmente un vieja costumbre. Cuando alguien le pega los cinco dedos a unos cuantos milloncitos de dólares del Estado, la burguesía importadora se asusta yi con ella su gente en el Estado el gobierno y el partido, dado que todos viven de las famosas comisiones, fianzas del Estado y sobreprecio de las mercancías, obviamente tienen razón en preocuparse, les tocará menos a algunos de los de arriba”, ya que al pueblo nunca le toca nada de en danza de millones de dólares petroleros que salen y entran del país.
He aquí la verdadera historia moralista de la corrupción en los sistemas de mercado. Ahora bien, si la <cosa perdida> sucede en año electoral, entonces el llanto es peor y todos, burgueses y funcionarios, salen en coro llorando a moco tendido <por el pueblo, los obreros, la educación, la salud> etc., pero cualquier gente del pueblo con un poco de sentido común, sabe que esos lloriqueos no son sinceros. Con abundancia o sin ella, los reales nunca llegan abajo, En el mejor de los casos de cien llegan cinco. Son pues mentirillas de la clase burguesa y sus aliados de Estado que -así decía la gente de antes- nada más se acuerdan de Santa Barbara cuando truena.
Lo honesto entonces no es derramar lágrimas de cocodrilo por la TV y la radio por los robos público y privados, sino reconocer que PDVSA se desangra por corruptos que ellos mismos nombran, no los elijen los trabajadores ni las comunidades. La complicidad y la impunidad son también parte de la corrupción ¿Por qué entonces los discursitos oficiales del gobierno y de los entes privados se lamentan en nombre del pueblo cuando la decisión viene “de arriba”?
Desde el Benemérito Juan Vicente Gómez hasta el presente, la dirección de la CVP o PDVSA han sufrido de la misma ineptitud, dependencia y corrupción. En esto el contagio ha sido casi una epidemia en los altos niveles, naturalmente con pocas pero honrosas excepciones. Tecnócratas o genios de la economía, han convertido la empresa en caja chica de grupos sin soberanía ni ética. Unos cuántos de sus jefes han ido al cadalso. Unos tras otro se acusan entre sí de delincuentes, el que sale señala al que viene y este al que le sigue. Pocos son castigados porque la complicidad funciona a tiempo completo en el capitalismo venezolano.
Pero en ese mismo lapso de tiempo ha quedado demostrado que quienes producen en PDVSA y las industrias estratégicas y con mucha eficiencia son los menos tomados en cuenta, los explotados trabajadores. Mas aún, los que rescataron a la gran empresa venezolana del golpe petrolero imperialista encabezado por EEUU, la Unión Europea y sus amigotes locales en el 2002-2003, encabezados entonces por el Presidente de PDVSA y el Presidente de Fedecámaras Luis Guisti y Carmona Estanga respectivamente, con la ayudita del colombiano Uribe, la OEA y otros de la misma charca, fueron precisamente los obreros petroleros en unidad con los campesinos y las comunidades, quienes en acción conjunta salvaron la industria, acción histórica que le resbaló al gobierno chavista, cuyos representantes embalsamaron al movimiento obrero-campesino-comunal con toneladas de discurso sin tomarlos en cuenta para nada; ni siquiera reconocieron que su propio gobierno seguía en el poder por los trabajadores, por la insurrección política de las masas del 13 de abril, en la que de paso quedó demostrado inequívocamente la capacidad de los trabajadores para derrotar políticamente a sus enemigos más poderosos, reorganizar y elevar la producción, saldando como principio político de clase que el reivindicativismo no puede terminar con éxito las tareas de emancipación mientras que la lucha política sí y sin muletas.
En lugar de reconocer ese hecho histórico, pasado el susto, el gobierno bolivarianos nombra ejecutivamente a tecnócratas y seguidores como jefes de PDVSA, desconociendo a los verdaderos héroes de las gloriosas jornadas del 2002-2003, que salvan al propio gobierno bolivariano incluso al mismo presidente Chávez del magnicidio y a PDVSA como centro de la industria nacional.
La moraleja es, que lo justo, lo correcto ante tanta corrupción e ineficiencia, es no repetir la historia y menos aún, caer en el servilismo de semiprivatizar PDVSA acordando empresas mixtas con transnacionales imperialistas como la Chévron y otras petroleras partidarias del bloqueo, de los robos de activos y hasta de la secesión de Esequibo, que es el caso de la Móbil, transfiriéndoles además acciones estratégicas de la nación en los proyectos de empresas mixtas, cuyas condiciones son impuestas por el gobierno norteamericano y sus socios europeos. La verdadera solución es que la clase obrera petrolera, que el pueblo en sí mismo, asuma el control directo y real de la importante industria petrolera venezolana PDVSA.
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